Patriarcado como inversión

¿Y si la industria de la belleza tratara por igual a hombres y mujeres?

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Imaginad qué pasaría si un día las mujeres se plantaran delante del espejo y decidieran aceptarse tal y como son. Se acabaron las imposiciones.

Ahora me maquillo solo cuando me apetece y no me siento mal por ir sin sombra de ojos ni pintalabios al trabajo. Voy a dejar de comprar esos productos caros que aseguran que perderé esos kilos que al parecer me sobran. Quiero ver mi pelo con canas o quizás mañana quiera verlo de color lila, ya lo pensaré. De pronto esas arruguitas en los ojos me parecen graciosas y me recuerdan todo lo que me río con mis amigas. Tengo unos tacones preciosos que no voy a llevar más de noche, voy más cómoda con otra cosa, los dejaré para cuando me lo pida el cuerpo. Con el frío que hace ¿ahora me voy a poner a quitarme pelos? No me da la gana.”

Las empresas de cosméticos, de productos dietéticos, de peluquería, de moda, se fundamentan en la necesidad de las mujeres de verse perfectas constantemente. Perfecta significa totalmente acorde a los cánones estéticos del momento, no de salud o para el gusto de la propia persona. Dejar de someterse a la dictadura del patriarcado significa la desaparición de estas empresas, pero la belleza es un negocio tan grande que no se puede perder así como así.

Además, esa belleza de la que hablo se plantea únicamente para manifestarse ante los ojos de los hombres, hombres que darán su visto bueno y/o te seleccionarán como persona válida, ya sea para un trabajo, como pareja o simplemente como persona que va por la calle (si no gustas te lo harán saber puede que te lo hagan saber, sin problema alguno). Nosotras también somos educadas en analizar y cuestionar la apariencia de una mujer, pero disimuladamente, nunca a la persona de forma directa.

Así como el rol de esposa es una estrategia del sistema patriarcal para obtener trabajo doméstico gratuito, la belleza es lo agradable, la distracción de los varones. El combo del género: espíritu sumiso + cara bonita, es lo máximo a lo que aspira el patriarcado, su sistema funcionaría a la perfección.

El problema llega cuando ya nos da un poco igual depilarnos, pintarnos, teñirnos, adelgazar… o cuando no nos apetece ir sonriendo por la calle, sentarnos como “señoritas” o sonreír cuando un hombre nos grita algo. Entonces nos convertimos en una molestia.