El empoderamiento femenino: la manzana envenenada

En los últimos años, el eco de la palabra empoderamiento se ha hecho notar. Es importante definir esta palabra para que no acabe estando vacía como las frases de las camisetas del Zara. Empoderarse desde una perspectiva feminista es tomar conciencia de las capacidades y acciones de una misma, y de forma colectiva, participar en la toma de decisiones para cambiar la jerarquía y acabar con la desigualdad.

Sin embargo, parece que hoy en día el patriarcado ha hecho marketing con ello: “Haz lo que te vendemos como liberador y transgresor pensando que eres tú la que lo decide, sintiéndote realizada y encima, di que es un acto feminista”. Es una manzana envenenada, huele a podredumbre. Los hombres van a celebrar y defender tu libertad de elegir qué hacer con tu cuerpo siempre que ellos se lleven una parte del pastel. Los verás en foros y en la calle argumentando para que puedas grabar porno y prostituirte: “dejad de decir a las otras mujeres lo que tienen que hacer, feminazis”.

Desde hace una década hay un bombardeo masivo sobre la liberación de la mujer y lo “empoderante” que es sentirse bien con una misma y tener una vida sexual activa. El patriarcado se las sabe todas y junto a su media naranja, el capitalismo, sabe perfectamente deformar el discurso de emancipación y tornarlo de nuevo en esclavitud deseada.

Ya lo hicieron en los sesenta, cuando las feministas lucharon por la libertad sexual de las mujeres. Esto quería decir que pudiesen explorar su sexualidad, que no lo hicieran por cumplir en el matrimonio y que tuvieran conciencia de sus propios cuerpos. Menudo filón para el patriarcado, mujeres que quieren experimentar y que son más accesibles. Como resultado el boom del Playboy en Estados Unidos o el destape en España, las mujeres pasaron de mojigatas a liberadas, todo esto siguiendo la vara de medir patriarcal.

Lo de mujer emancipada no te lo ganabas por ir contra la verdadera razón de tu opresión, sino reforzándola poniéndote al servicio del patriarcado, de lo que ellos esperaban de tí. Siempre habría mujeres que acabarían siendo madres y esposas, si podían tener otro buen puñado de mujeres accesibles y que encima lo hacían de buena gana, ¿dónde estaba el problema?

Nos venden que la mujer quiere estar 24/7 sexy, que acostarse con uno y con otro es liberador porque ella así lo quiere; que bailar pole dance o twerk es feminista; que maquillarse con 30 productos diferentes y cambiar tu rostro todos los días es estar a gusto con una misma; que si operarse y llenarse de silicona te hace sentir mejor por qué no lo vas a hacer. Todo es válido porque añaden ese famoso “porque ella quiere, nadie le ha obligado” y se ignora el bombardeo sexista al que la mujer está sometida constantemente.

La realidad es que nada de eso es empoderante ni feminista, por mucho que una lo haga creyendo en la libertad de elección. Hacer lo de siempre con una sonrisa en la cara no es empoderarse, hay elementos con un significado social que nunca van a cambiar. Si una mujer se siente bien haciendo algo, no significa que esto sea feminista o empoderador, simplemente está haciendo algo que le gusta hacer, si está condicionado o no, es otro debate.

Empoderarse es analizar qué comportamientos realmente te están librando de opresiones e inseguridades. El patriarcado no nos va a poner ninguna pega si queremos bailar sexy o acostarnos con un hombre cada noche, de hecho nos va a aplaudir. Sin embargo, cuando nos organizamos y lo boicoteamos, la cosa cambia porque ya nos estamos saliendo del camino, ya no somos esa muñequita sexy. Es decisión de cada una reflexionar hasta donde llegamos con nuestro activismo, hasta qué punto queremos deshacernos de la esclavitud estética, cómo queremos reconfigurar nuestro día a día.

La aceptación de una misma pasa por empezar a amar tu cuerpo y tus “defectos”, ¿porqué un hombre por norma no usa maquillaje ni se opera? ¿qué nivel de esclavitud estética tienen en comparación a las mujeres? Luchar contra los estereotipos de género que provocan inseguridades, miedos y baja autoestima, es ir contra el patriarcado.

Depilación, trastornos alimenticios, maquillaje, operaciones estéticas, vigorexia, shop-addict, peluquería,… son caras de la misma moneda, unas más y otras menos, pero todas hemos caído y seguimos cayendo en mayor o menor grado para llegar a ese ideal de mujer diez. Y no vamos a alcanzarlo, ni otras que parecen haberlo conseguido, son felices ahora. Ellas, que hacen los malabares perfectos para conjugar sabiduría, belleza, amistad, familia y ejemplaridad, esas que protagonizan las portadas, son realmente una ilusión. Sus cuerpos están photoshopeados, también sus vidas, sus ideas y su mensaje. Todo envuelto y preparada para tí, su producto, para que te sientas insuficiente, defectuosa, inferior, y cuando sientes todo eso, refuerzan tus miedos e inseguridades, y te privan de tu verdadera fortaleza, valentía y habilidad de superación. Y así no te empoderas, no te empoderas pensando mierdas de tí misma.

Aparecen los comentarios de siempre, los que vienen a decirte que eres una exagerada, una intensita. O que eres una envidiosa, que te da rabia ver como otras mujeres triunfan o “disfrutan de la vida sin complicaciones”. Y lo dicen también mujeres, ¿cómo puede ser posible? Porque nos educan en la competencia y la desconfianza, ganarte el aprecio de tu opresor y la enemistad de tus hermanas. Dividirnos para vencer.

Analizar lo que nos empodera o no en nuestro día a día no debería considerarse un ataque. El feminismo nunca ha pretendido decirle a la mujer lo que tiene que hacer ni la menosprecia por sus elecciones. Las mujeres no son culpables de defender un discurso machista ni comportamientos sexistas, son las víctimas, y un sistema de opresión se mantiene mejor con la complacencia del oprimido.

Me han repetido muchas veces que por qué le doy tantas vueltas a las cosas si es más simple ignorarlas y no pensar tanto en ello. A veces hasta me lo creo, pero miro hacia atrás y me pregunto, ¿el feminismo me ha amargado la vida? ¿qué pensaba de mi cuerpo antes de que el discurso empoderador feminista me tendiesen la mano? El feminismo es la clave para librarte de la configuración patriarcal que la sociedad ha hecho de ti, otro producto de fábrica que sigue el camino guiado. No hay un interruptor que nos empodere de la noche a la mañana. Si fuese tan fácil, el patriarcado no existiría desde hace mucho tiempo. Reconstruirnos requiere esfuerzo, autocrítica, valentía, decisión y constancia.

Reflexionemos, si mañana todas las mujeres decidieran dejar de maquillarse, de depilarse, de operarse estéticamente, de comprar lencería fina, ir a la peluquería y de shopping cada dos semanas y vestirse de forma cómoda, ¿quién sale perdiendo? Todo esto no es una locura, ellos viven vidas muy plenas sin esas necesidades.

Los hijos del patriarcado se horrorizarían si las mujeres optaran por la comodidad y el amor propio, su peor pesadilla sería ver como de pronto todas las mujeres llevan el pelo corto, sin maquillaje, en zapatillas y camiseta, sin accesorios y con su autoestima intacta. Las mujeres reconstruidas son más exigentes, menos vulnerables y más conscientes de su potencial.

Por supuesto que la emancipación se alcanza aunque uses maquillaje y te depiles, pero cuando somos incapaces de salir en verano después de tres meses sin depilar o ir a la disco sin una gota de maquillaje, no estamos aceptando realmente nuestro cuerpo. No solucionamos un problema, solo lo estamos apartando como ese patriarcado disfrazado de empoderamiento nos dice que lo hagamos: depílate porque tú quieres, maquíllate porque tú quieres.

Cuando la grandísima mayoría de un sexo tiene actitudes que el opuesto no, no es una coincidencia. Ninguna de esas actitudes son innatas. ¿Quiere decir esto que lo ideal es lo que el hombre hace? Ni mucho menos, porque el género masculino no está construido para ser el mejor en cuanto a integridad, valores, sentido de la justicia y valía personal, está construido para oprimir al género femenino, a las mujeres, y asegurarse de que esta lo asimile y esa jerarquía permanezca intacta. No son un ejemplo ni un modelo, pero tampoco están caracterizados por ser inseguros y complacientes, dos cualidades básicas de la socialización femenina. Esto puede darnos pistas sobre cómo queremos ser, qué comportamientos y actitudes nos ayudan a librarnos de esa baja autoestima y el “ser-por-y-para-otros”. No queremos imitar a los hombres, pero su leve grado de obsesión por la estética y el qué dirán, es algo a lo que toda mujer debería tener derecho.

La cuestión no es censurar todos los “comportamientos femeninos” sino reivindicar que no hay ninguna libertad ni revolución en mantener lo de siempre, mujeres complacientes, antes dulces esposas y madres y ahora bomba sexual devora-hombres.

Autora: Paloma De Pando

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