El metro, el autobús, el tren… qué lugares más bonitos para reflexionar y observar a las personas. Gente que viene, gente que va. Viajes de vuelta, viajes de ida. Reencuentros, despedidas. Nos volvemos unos grandes filósofos. “La distancia es relativa hoy día” “La vida es un viaje metafórico” “Todo es cíclico”.
Y tras tanto observar te das cuenta de una cosa. “Estoy con las piernas cruzadas y los dos tíos que hay a mi lado las tienen abiertas en un ángulo de 120 grados. Apenas puedo moverme. Y la mujer que va justo enfrente está en la misma situación”.
Es más que evidente la diferencia que hay entre cómo una mujer y un hombre se comportan en espacios públicos, de hecho tiene un nombre: Manspreading. Él puede ocupar mucho más espacio del que necesita, sin importar que absorba el de ella. En cambio la mujer debe intentar ocupar el menos posible, como si tuviera que pedir permiso.
Ha habido muchas campañas en las redes con la etiqueta #tuspelotasnosontangrandes y también en el mismo metro de Nueva York y Seattle y hubo una gran controversia. Pero, ¿por qué ha molestado tanto? ¿tan difícil es que os sentéis de manera normal y respetuosa?
Pues no, pero es que en el fondo no se trata de si sobra o no espacio. Esto va de la actitud que ejerce dominación, de poseerlo por decreto. Una declaración corporal sobre el espacio público, sobre el supuesto espacio que él y ella creen que se merecen.
Y no, no es el gran problema al que se enfrentan las mujeres. Pero sí es un punto más de la infinita lista de momentos cotidianos donde ellas están por debajo.